María Teresa Lugo: Las tecnologías como oportunidad de innovación educativa

2031

Los últimos años dan cuenta de un vertiginoso cambio de época. Mientras que el Siglo XX se definió por el tránsito de una sociedad industrial a la sociedad del conocimiento, impulsada por los desarrollos tecnológicos de la década del 70 en adelante, el Siglo XXI trajo consigo el estigma de la incertidumbre y la globalización. El factor quizás más decisivo de este nuevo entorno son los cambios que están ocurriendo con el conocimiento y la información. Podemos hablar así de una revolución de amplio alcance cuyos cambios no quedan confinados únicamente al marco tecnológico- productivo, sino que se manifiestan en los aspectos económicos, sociales, culturales políticos y educativos configurando un nuevo contexto digital.

Estas transformaciones impactan también sobre los ámbitos formales de la educación que asumen así el desafío de planificar los sistemas educativos y las instituciones incorporando innovación con tecnologías.

En América Latina este proceso se evidenció en políticas públicas de fuerte contenido tecnológico. La irrupción de los denominados Modelos 1:1 como así también propuestas de las denominadas aulas digitales, entre otros, han conmovido el escenario de la educación latinoamericana. Sin embargo, en un contexto de fuerte desigualdad y heterogeneidad, subsiste el interrogante acerca del sentido de este proceso y su impacto real en la mejora de los aprendizajes.

Es indudable que subyace a estas políticas públicas, la convicción, por parte de los Estados, de lograr proyectos democráticos de inclusión y de justicia social a través del acceso a las TIC. Tal es así que aun hoy, en varias de estas políticas prevalece una fuerte racionalidad social por sobre los fundamentos pedagógicos que pudieran esgrimirse, priorizándose el objetivo de democratizar el acceso a las TIC en la población por sobre el de alcanzar una verdadera transformación pedagógica.

Por otra parte, son varias las administraciones educativas que valoran la oportunidad de las TIC para planificar mejoras en la calidad de sus sistemas educativos. Sin embargo para poder afrontar este reto es necesario alejarse de visiones ingenuas que afirman que es posible lograr mejores resultados educativos sin conmover las bases estructurales por las cuales se genera pobreza y exclusión. Es preciso reconocer que ni la educación ni las tecnologías, son ajenas al entorno general donde se encuentran, por lo que deben ser contempladas en el marco de un proyecto de sociedad más amplio y más justo.

Los procesos de integración tecnológica en las aulas no son nuevos. Los sistemas escolares llevan ya cerca de tres décadas intentado hacerles un lugar a las tecnologías en sus prácticas cotidianas. Sin duda, múltiples factores externos, como otros que son propios de los sistemas, intervienen para que este proceso siga siendo complejo: los desafíos del desarrollo curricular para priorizar contenidos y desarrollarlos digitalmente, la adquisición de capacidades relevantes en contextos digitales; el desarrollo profesional de los docentes y los directores superando formatos y contenidos desactualizados, la formación inicial necesaria para que los profesores puedan hacer un uso pedagógico de las TIC en las aulas, la inclusión de nuevos espacios curriculares como las Ciencias de la Computación y el desarrollo de una cultura digital en docentes, padres, comunidad y estudiantes , entre otros. Sobre todo hace falta una mejor formación docente orientada a la resolución de los problemas educativos de cada centro escolar, una formación situada y a la medida de los problemas institucionales y que empodere a los profesores para ser productores de conocimiento y no solo consumidores de información.

Pero para poder llevar a cabo estos desafíos se hace imprescindible reconfigurar integralmente la propuesta educativa y no sólo atender el acceso a los dispositivos tecnológicos. Si tenemos en cuenta que los estudiantes que llegan a nuestras aulas no son todos iguales y que evidencian diferencias tanto inter como intrageneracionales, podremos reconocer que presentan hábitos culturales que también se han transformado. La cultura digital está cambiando inclusive los modos de lectura y escritura y ya no es suficiente leer y escribir para estar alfabetizado.

Frente al desafío de reconfigurar el diseño pedagógico de la escolarización para transformar los tradicionales paradigmas en nuevas propuestas educativas, nos enfrentamos con la incertidumbre de lo nuevo y la complejidad del mundo en el que nos ha tocado vivir. Socializar a los estudiantes en las redes sociales y el uso de los dispositivos móviles, educar para ser ciudadanos digitales y para aprender a convivir en la diversidad y la multiculturalidad, son cuestiones a atender en los sistemas educativos latinoamericanos. Proponer actividades con distintos formatos y lenguajes, mejorar la comunicación, desarrollar la autonomía y la creatividad, son parte del nuevo diseño de la escolaridad que no se sostiene sin la entrada del entorno digital. Para ello es imprescindible integrar en el curriculum nuevos componentes y mejorar la relevancia de los contenidos que se enseñan con información de calidad y mejores conexiones con lo contemporáneo.

Por último, pero no por ello menos importante, resulta la atención necesaria a la brecha de género y la tecnología. No hay duda que las condiciones materiales son un requisito para superar las brechas digitales en la Región. Sin embargo hay obstáculos menos visibles, entre ellos la brecha de género. En América latina es potente la presencia femenina en uso de redes sociales y telefonía móvil. Si bien la brecha de acceso ha disminuido en los últimos años en varios países de la Región, padojalmente este ascenso no tiene correlato en relación con la toma de decisiones de alto nivel empresarial o gubernamental. Alerto al respecto sobre la necesidad de fortalecer políticas específicas que impliquen transformar las condiciones de producción y desarrollo de las TIC junto a un verdadero cambio cultural y epistémico que revierta y cuestione el funcionamiento mismo del sistema tecnológico y científico de la cultura tecnológica de las empresas y universidades e instituciones sociales en general muy refractario a las mujeres.

Para concluir diré que hablar de innovación en educación es atreverse a repensar la tarea educativa desde la redefinición del enfoque epistemológico que subyace en los cimientos de todo el edificio educativo. No se trata sólo de incluir tecnologías. Para ello es necesario hacer foco en el corazón de la tarea en la revisita del que y del cómo se enseña. No se trata solo de los nuevos contenidos a incluir, no se trata sólo de enseñar mejor ni de incluir tecnología, sino de revisar también los marcos epistemológicos mas pertinentes para definir qué aprender pero también en qué modelo de enseñanza. El cómo se enseña no es solo que procedimientos novedosos se pueden incorporar. Es repensar, reestructurar y redefinir el triangulo didáctico para dar a lugar a otros modos de organizar la enseñanza. Reconocer el nuevo lugar de la escuela, estar en red con otros actores e instituciones que hoy comparten con la escuela la capacidades de generar procesos de aprendizaje ( medios de comunicación, lugares de trabajo, los juegos, los grupos de pares etc) revisar el lugar del docente y del equipo directivo, redefinir la función de la evaluación y autoevaluación institucional son algunos de los desafíos que quedan por delante para que la entrada de las TIC apunte a generar en nuestros sistemas educativos un cambio sustantivo con mejores aprendizajes pero también en sociedades más justas.

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María Teresa Lugo
Coordinadora TIC y Educación
IIPE UNESCO BA
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
TW: @MTerelugo